Libros para una despedida

Soy muy cotilla, abuela. Parece que no, pero sí. Y no: no se trata de que yo esté pendiente de la vida ajena. Sin embargo, crecer contigo y con mi mamá me hizo tener una curiosidad inagotable por la vida de las mujeres. De esas mujeres que eran como nosotras, como las madres de mis amigas y sus abuelas. Las que criaban, trabajaban y ayudaban a sus hijas e hijos con sus tareas, con el apoyo indispensable de las yayas o de las tías. Esa entrepitura ha hecho que yo siga buscando esas voces en las historias de mis amigas; en los libros que cuentan los secretos y pasiones de mujeres diversas: venezolanas, hijas de migrantes; españolas de diversos orígenes, italianas, peruanas… todas tienen el nexo común de la sabiduría del linaje y la complicidad discreta de criar en tribu, porque han tenido la oportunidad o porque así ha tocado. Anoche, buscaba con empeño una foto tuya con la que migré por accidente… o no. La tenía en un portarretratos, pero la cambié para poner otra, mientras conseguía otro marco más adecuado para la tuya. La guardé en un libro y ahora no la consigo. Mi camino de búsqueda se hacía complicado entre lagrimones, lagunas mentales y el desorden de mi improvisada biblioteca. Sin embargo, me fuiste poniendo en la ruta esos poemarios de mujeres que he ido adquiriendo por esa misma necesidad de leerlas y escucharlas en mi voz: versos de amor, desamor y muerte; de la cocina como laboratorio de lo que sentimos; de las pérdidas de vidas, de afectos y de esperanzas. Me hiciste volver al Toledo de Sonia Chocrón; al recetario de Jacqueline Goldberg; a la Parraia Tercera de Saskia Luengo y a la Cronología del Agua de Lidia Yuknavitch. También, te busqué en un libro sobre la vida de Ruben Darío (con Margarita resonando en mi cabeza desde el momento en que me lo enseñaste) y en otros sobre mujeres y musas. Nada.

Belén con sus sobrinos nietos y mi madre

Decidí dejarlo para hoy. Una prima pareció escuchar mis pensamientos y me mandó muchas fotos tuyas y de mi madre con ella, sus hijos y su madre. Ella también está lejos, y fuiste otro referente en su vida. Así que tengo las fotos, pero sigo sin esa imagen que vino colada en mi portapasaportes. Supongo que la encontraré cuando no la esté buscando, así como quiero pensar que en algún momento te volveré a ver. Carl Sagan decía que estamos hechos de polvo de estrellas, y la tradición cristiana nos dice que somos polvo y en eso nos convertiremos. Sé que es lo normal y que, luego de 102 años en este plano, es lo más que podemos pedir. Me habría gustado poder estar allí y despedirte junto a aquellos afectos a quienes les cambiaste la vida para mejor, pero nos ha tocado así.

Mañana, mi madre despertará en una casa en la que ya no estarás físicamente, pero con la convicción de que ambas fueron un equipo durante muchos años, aunque se hubiesen intercambiado los roles. Yo lo haré en una Madrid que seguirá acercándome voces de mujeres criadas entre mujeres y que seguirán honrando ese privilegio. Recuerdo el libro que me llevé a mi primera vacación en España, luego de tres años aquí: También esto pasará, de Milena Busquets. Blanca, su protagonista, quien pierde a su madre y trata de recomponerse viviendo su duelo en Cadaqués, rodeada de recuerdos y de las personas significativas en su vida, dice la siguiente frase: «La ligereza es una forma de elegancia. Vivir con ligereza y alegría es dificilísimo». La suscribo. A veces, llevamos a cuestas demasiadas historias que no sabemos cómo transformar o gestionar sin que nos pesen. Tú siempre fuiste discreta; tanto, que muchas veces no supe leerte. Los que te quisimos, que somos muchos, pedimos para que partieras con ligereza y sin angustias.

Quiero agradecerte por todo lo que fuiste y lo que seguirás siendo en mi vida. Sé que encontraré tu foto en el momento en que deba hacerlo. Siempre te llevaré en el collar de perlas que me regalaste, y en el broche de ángel que vino a mi mente cuando trataba de despedirte en una meditación. Gracias por El Mago de Oz, las palabras que buscabas conmigo en el diccionario y las chuletas sajonia que tanto me gustaban. Gracias por tus cuentos sobre México y sobre esa Caracas que era muy tuya. Nos veremos. Eso lo sé.

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